viernes, 11 de octubre de 2013

¿"Vestigios del franquismo" o dominio norteamericano?

Para algunos sectores de la izquierda, el principal problema político al que nos enfrentamos tiene su origen en la transición. La ausencia de una ruptura real habría provocado la "permanencia de fuertes vestigios del franquismo", imponiendo, a través del dominio de la Iglesia, los medios de comunicación o los partidos del sistema, un "neoconservadurismo económico" que estaría en la base de la oleada de recortes que sufrimos.
¿Es esto realmente así? ¿O por el contrario colocar un foco principal en los "los restos del franquismo", lo que hace es ocultar el brutal incremento de la intervención y el dominio imperialista de la superpotencia norteamerica sobre España?

El origen de muchas de las agresiones que hoy sufrimos está en la transición. ¿Pero cuál fue el "pecado" que se cometió entonces?
El régimen franquista fue liquidado y desmontado "pieza por pieza". Es cierto que todavía perviven algunos nostálgicos y determinados grupúsculos ultras. Pero su peso político es absolutamente marginal en la política española.
En realidad, el diseño de la transición perseguía otro objetivo, que no era el de prolongar en el tiempo la influencia social y política del franquismo.
El cambio de régimen de la dictadura franquista a la monarquía parlamentaria se tradujo en un salto cualitativo en el grado de intervención y control hegemonista sobre España -principalmente desde Washington, y a partir de la entrada en la UE también, aunque secundariamente, desde el eje francoalemán-, y por consiguiente, en una intensificación de la explotación y el saqueo al que someten al pueblo.
Hace 35 años, la Línea Ideológica y Política de Unificación Comunista de España -escrita en 1.978, todavía en plena transición- establecía que "en la actualidad la tendencia principal es que el imperialismo norteamericano secuestre cada vez más la independencia y la soberanía nacional de España".

Los hechos posteriores nos han dado la razón. El principal problema en la política española es el incremento del grado de control y dominio imperialista. Desde la izquierda, sitúan ahora "la pervivencia de fuertes vestigios del franquismo" como uno de los blancos principales, ocultando al hegemonismo y su creciente capacidad de intervención y control sobre los aparatos claves del Estado y sobre la vida política del país, conseguida a través de reconducciones abruptas. Cada una de esas reconducciones ha significado un salto cualitativo para fortalecer la dependencia orgánica y crear un régimen y unos aparatos de estado cada vez más modelados y troquelados por ellos.

En la época del Imperialismo todos los países del mundo entran a formar parte del conjunto de redes de dependencia política, militar y financiera pasando a ser eslabones de la cadena imperialista. Cadena que está jerarquizada según el capital y la fuerza polícia y militar de cada país.
Es la colocación de España como "eslabón débil" de la cadena imperialista la que determina que en las relaciones de alianza y dependencia respecto al imperialismo, el aspecto principal lo constituya la dependencia.
Es la debilidad política y militar de la oligarquía española, desde sus orígenes, la única que puede explicar, por ejemplo, cómo siendo España la novena potencia mundial, no solo no forma parte del Grupo de los 8, sino que tan siquiera tiene acceso a una silla propia en el Grupo de los 20.
Su débil base de capital y su prácticamente nula fuerza política y militar la colocan como un eslabón débil que va a sufrir las consecuencias de la dominación imperialista, frente a la idea ampliamente extendida de considerarla una potencia imperialista por su pasado histórico de posesiones coloniales.
Así, por ejemplo, un breve recorrido por la historia nos ofrece claros ejemplos de esta posición de "eslabón débil":
La Guerra de Cuba, que supuso la pérdida de las últimas posesiones de ultramar, enfrentó a una España atrasada y decadente que enviaba barcos de madera contra los flamantes acorazados construidos por la naciente industria naval norteamericana.
España tuvo acceso a disponer de colonias en el norte de África porque Inglaterra no estaba dispuesta a que Francia dominara en solitario Marruecos.
O más adelante, en la guerra de Sidi Ifni, el ejército español no pudo utilizar los nuevos aviones comprados a EEUU ante la prohibición norteamericana teniendo que utilizar los aviones de la guerra civil. El imperialismo yanqui estaba optando por quedarse con el dominio de Marruecos desplazando a España y Francia.
Y muy recientemete, hace ahora unos dos años, después de que PP y PSOE llevaran tres décadas diciendo que era imposible "abrir el melón constitucional" por todas las complejidades y la necesidad de negociaciones y consensos que requería, en solo una semana, en pleno mes de agosto, a espaldas del pueblo y el parlamento, Zapatero y Rajoy hacían una "reforma exprés" de la Constitución por mandato explícito de Merkel que quería asegurar el cobro por sus banqueros de la deuda española.

En la actualidad en España, el modo de producción dominante es el capitalismo en su última fase de desarrollo: el capitalismo monopolista de Estado.
El grado de concentración del capital y de la producción es tan elevado que los monopolios desempeñan un papel decisivo en la vida económica. Asimismo, el capital bancario y el capital industrial se han fusionado dando origen al capital financiero.
Sin embargo, y a diferencia de lo que ocurre en otros países de economías desarrolladas, el capitalismo monopolista español se asienta en un modelo de desarrollo económico y un sistema productivo crecientemente dominado por el capital extranjero y cautivo de sus mercados. Esta dependencia no solo es inseparable del histórico dominio político-militar de nuestro país por parte de las potencias imperialistas, sino que en realidad es uno de sus frutos más acabados. Es la dependencia político-militar el motor que explica la existencia de este modelo productivo, y no al contrario.
Ambas dependencias no son sino dos aspectos de una misma relación. De ambos, el dominio político-militar constituye el factor dirigente. Es a través de él como las grandes potencias imperialistas han ido modelando en cada período histórico una economía dependiente, en ocasiones sometida a rasgos propios de una economía semicolonial, dedicada a satisfacer mediante la exportación de materias primas y productos semifacturados las necesidades de la metrópolis, mientras se ve obligada a importar los capitales y las mercancías de alto valor añadido que ellas producen. A su vez, el desarrollo de este tipo de modelo económico asienta y fortalece las relaciones de dominio político, sustrayendo y secuestrando de forma creciente y acumulativa las posibilidades y la capacidad de un desarrollo propio y autónomo. No es posible entender la virulencia de la crisis actual y sus consecuencias devastadoras sobre la economía española sin partir de ello.

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