miércoles, 19 de junio de 2013

Su España en pie

"Porque es esto todo unido, lo que el 18 de julio de 1936, ante el inminente peligro de destrucción de España se pone de pie...
Como en la República se concentran todos los enemigos de España, en el Movimiento Nacional se concentran todas sus fuerzas de salvación. Dios las había querido conservar, en España, cada una en un arca o depósito sagrado. La Tradición, guardada en las breñas de Navarra, baja, al mando de Mola, en un torrente de boinas rojas. El Ejército, intacto en el norte de África, donde no podían llegar los bracitos trituradores de Azaña, pasa el Estrecho y sube al mando de Yagüe y de Varela. Por el resto de España, las camisas azules de la Falange, les esperan. Queipo de Llano levanta los ánimos desde los micrófonos de Sevilla, que ha dominado casi milagrosamente. Y todo lo preside la tenacidad y la agudeza estratégica de Francisco Franco".

La historia de España contada con sencillez - José María Pemán.


Si ves el título del libro en cualquier librería puedes pensar que posiblemente no sea el típico libro que se posiciona en un bando o en otro pero, conociendo de sobra al autor (conservador, católico y a favor de la dictadura de Primo de Rivera), te das cuenta que no, que es otro libro más en el que un bando es el bueno y otro es el malo. 
Desde siempre me han tirado más los libros "rojos", a favor del comunismo, de Lenin, de la República... pero un antiguo profesor de Historia me dijo que tenía que tener una visión también del otro bando, del conservador, católico y monárquico, que aunque tuviera mis ideas a estas alturas suficientemente claras, no estaba de más, y ya que vi uno que hablaba de la historia de mi país desde este punto de vista que me aconsejaron que tuviese, me lo compré. Después de leer casi 320 páginas sobre Dios y la fe cristiana que tenemos los españoles, de la idea de Nación, del bien que nos hacían los carlistas, de la labor tan grandiosa que hicieron Pizarro y Hernán Cortés, de lo bueno que fue Felipe II, etc, etc, tengo que decir, que este libro me va a servir en un futuro para ponerlo debajo de la pata del sofá. 
Mentiras, mentiras y mentiras recogidas en 320 páginas. No lo digo solo desde mi visión, que conste. No tienes porqué estar posicionado para saber un poquito de Historia y darte cuenta que aquí se cuentan las cosas a medias, que solo se dice lo que interesa. Pero claro, aquí siempre hemos sido todos muy buenos y nunca nadie ha derramado sangre...

miércoles, 12 de junio de 2013

Hoy mi día va de pena

Ya hice una lista con mis canciones favoritas, pero hoy mi día decae por momentos y he pensado poner algunas de las canciones que me están acompañando hoy, que es uno de esos días que me siento totalmente anacoreta.

1. Nacho Vegas - Ocho y medio.
"Seré muy breve: te he perdido, y esto duele".

2. Andrés Calamaro - Paloma
"Quiero vivir dos veces para poder olvidarte. Quiero llevarte conmigo y no voy a ninguna parte".

3. Pearl Jam - Black
"I know someday you´ll have a beautiful life. I know you´ll be a star in somebody else´s sky, but why, why, why can´t it be mine?". 

4. La Shica y Miguel Poveda - Dos carnes paralelas
"Enraízame el corazón y no me pidas perdón, que yo no busco consuelo".

5. Deluxe - Es verdad
"Ya no eres ni la pena ni el dolor, ni el frío. Ya no eres ni la duda de un posible encuentro".


Para ti

Acabo de leer este texto en uno de los grupos que frecuento y me ha calado muy hondo, por eso quería compartirlo aquí. Las personas que hemos pasado por estos momentos sabemos perfectamente cómo nos sentimos. No cuidamos de nuestros mayores por obligación, porque ellos nos hayan cuidado a nosotros de pequeños. Cuidamos de esas personas porque son lo más importante que tenemos en nuestra vida y por eso no nos sentimos forzados a hacer por ellos cualquier cosa. Es lo más gratificante que te puede pasar como persona cuando esa persona se haya ido, cuando no esté entre nosotros, porque sabes que has hecho todo lo posible por ella, por cuidarla, para que no le falte de nada y aunque pierdan la memoria, como ocurrió en mi caso, siempre saben agradecer tu cariño, porque ellos lo notan.
Demuestren siempre el cariño a la gente que os quiere, ya sean familiares o amigos, y tened mucha, muchísima paciencia. Ellos os lo agradecerán mucho, aunque ya no estén aquí.

"Querido hijo….
El día que me veas mayor y ya no sea igual que antes: Ten paciencia. Cuando comiendo me ensucie; cuando me cueste vestirme: Ten paciencia. Recuerda las horas que pasé enseñándotelo.

Si repito las mismas cosas, mil y una veces, no me interrumpas y escúchame. Cuando eras pequeño te expliqué mil y una veces el mismo cuento para dormirte.

No te molestes cuando me cueste bañarme. Recuerda las mil y una excusas que tenías cuando eras niño para no hacerlo.

Cuando en algún momento pierda el hilo de mi conversación, dame tiempo. Seguramente lo más importante no era lo que te decía sino estar contigo y que me escucharas.

Si alguna vez no quiero comer, no me fuerces. Conozco bien cuando lo necesito y cuando no.

Cuando mis piernas estén cansadas y no me dejen caminar, dame tu mano amiga. Como yo lo hice cuando tú dabas los primeros pasos.

Y cuando llegue a decirte que ya es hora de irme de esta vida, no te enfades. Algún día entenderás que esto no tiene nada que ver contigo, ni con tu amor ni con el mío. Simplemente que ya entregué todo lo que la vida esperaba de mí.
Algún día descubrirás que pese a mis errores siempre quise lo mejor para ti y que intenté preparar el camino que tú debías seguir.
No te sientas triste o enfadado o impotente por verme de esta manera. Simplemente acompáñame e intenta comprenderme como yo lo hice cuando tú empezaste a vivir. Ahora te toca acompañarme en mi difícil caminar. Ayúdame a terminar este camino con amor y paciencia. Yo te pagaré con mi sonrisa y con el inmenso amor que siempre te he tenido.

Te amo hijo".

lunes, 3 de junio de 2013

Réquiem con tostadas

Sí, me llamo Eduardo. Usted me lo pregunta para entrar de algún modo en conversación, y eso puedo entenderlo. Pero usted hace mucho que me conoce, aunque de lejos. Como yo lo conozco a usted. Desde la época en que empezó a encontrarse con mi madre en el café de Larrañaga y Rivera, o en este mismo. No crea que los espiaba. Nada de eso. Usted a lo mejor lo piensa, pero es porque no sabe toda la historia. ¿O acaso mamá se la contó? Hace tiempo que yo tenía ganas de hablar con usted, pero no me atrevía. Así que, después de todo, le agradezco que me haya ganado de mano. ¿Y sabe por qué tenía ganas de hablar con usted? Porque tengo la impresión de que usted es un buen tipo. Y mamá también era buena gente. No hablábamos mucho ella y yo. En casa, o reinaba el silencio, o tenía la palabra mi padre. Pero el Viejo hablaba casi exclusivamente cuando venía borracho, o sea casi todas las noches, y entonces más bien gritaba. Los tres le teníamos miedo: mamá, mi hermanita Mirta y yo. Ahora tengo trece años y medio, y aprendí muchas cosas, entre otras que los tipos que gritan y castigan e insultan, son en el fondo unos pobres diablos. Pero entonces yo era mucho más chico y no lo sabía. Mirta no lo sabe siquiera ahora, pero ella es tres años menor que yo, y sé que a veces en la noche se despierta llorando. Es el miedo. ¿Usted alguna vez tuvo miedo? A Mirta siempre le parece que el Viejo va a aparecer borracho, y que se va a quitar el cinturón para pegarle. Todavía no se ha acostumbrado a la nueva situación. Yo, en cambio, he tratado de acostumbrarme. Usted apareció hace un año y medio, pero el Viejo se emborrachaba desde hace mucho más, y no bien agarró ese vicio nos empezó a pegar a los tres. A Mirta y a mí nos daba con el cinto, duele bastante, pero a mamá le pegaba con el puño cerrado. Porque sí nomas  sin mayor motivo: porque la sopa estaba demasiado caliente, o porque estaba demasiado fría, o porque no lo había esperado despierta hasta las tres de la madrugada, o porque tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Después, con el tiempo, mamá dejó de llorar. Yo no sé cómo hacía, pero cuando él le pegaba, ella ni siquiera se mordía los labios, y no lloraba, y eso al Viejo le daba todavía más rabia. Ella era consciente de eso, y sin embargo prefería no llorar. Usted conoció a mamá cuando ella ya había aguantado y sufrido mucho, pero solo cuatro años antes (me acuerdo perfectamente) todavía era muy linda y tenía buenos colores. Además era una mujer fuerte. (...) Usted seguramente creerá que el Viejo toda la vida fue un bruto. Pero no. A papá lo destruyó una porquería que le hicieron. Y se la hizo precisamente un primo de mamá, ese que trabaja en el Municipio. Yo no supe nunca en qué consistió la porquería, pero mamá disculpaba en cierto modo los arranques del Viejo porque ella se sentía un poco responsable de que alguien de su propia familia lo hubiera perjudicado de aquella forma. (...) En los últimos tiempos todavía era peor, porque también se emborrachaba de día y ni siquiera nos dejaba ese respiro. Estoy seguro de que los vecinos escuchaban todos los gritos, pero nadie decía nada, claro, porque papá es un hombre grandote y le tenían miedo. También yo le tenía miedo, no solo por mí y por Mirta, sino especialmente por mamá. A veces yo no iba a la escuela, no para hacer la rabona, sino para quedarme rondando la casa, ya que siempre temía que el Viejo llegara durante el día, más borracho que de costumbre, y la moliera a golpes. Yo no la podía defender, usted ve lo flaco y menudo que soy, y todavía entonces lo era más, pero quería estar cerca para avisar a la policía. (...) Usted a lo mejor se dio cuenta, pero yo le aseguro que mi madre era inteligente, por cierto bastante más que mi padre, creo, y eso era para mí lo peor: saber que ella veía esa vida horrible con los ojos bien abiertos, porque ni la miseria ni los golpes, ni siquiera el hambre, consiguieron nunca embrutecerla. La ponían triste, eso sí.  A veces se le formaban unas ojeras casi azules, pero se enojaba cuando yo le preguntaba si le pasaba algo. (...) Fue entonces que los vi. A usted y a ella. Yo también me quedé contento. La gente puede pensar que soy un desalmado, y quizá no esté bien eso de haberme alegrado porque mi madre engañaba a mi padre. Puede pensarlo. Por eso nunca lo digo. Con usted es distinto. Usted la quería. Y eso para mí fue algo así como una suerte. Porque ella se merecía que la quisieran. Usted la quería, ¿verdad que sí? Yo los vi muchas veces y estoy casi seguro. Claro que al Viejo también trato de comprenderlo. Es difícil, pero trato. Nunca lo pude odiar, ¿me entiende? Será porque, pese a lo que hizo, sigue siendo mi padre. Cuando nos pegaba, a Mirta y a mí, o cuando arremetía contra mamá, en medio de mi terror yo sentía lástima. Lástima por él, por ella, por Mirta, por mí. También la siento ahora, ahora que él ha matado a mamá y quién sabe por cuánto tiempo estará preso. Al principio, no quería que yo fuese, pero hace por lo menos un mes que voy a visitarlo a Miguelete y acepta verme. Me resulta extraño verlo al natural, quiero decir sin encontrarlo borracho. Me mira, y la mayoría de las veces no me dice nada. Yo creo que cuando salga ya no me va a pegar. Además, yo seré un hombre, a lo mejor me habré caso y hasta tendré hijos. Pero yo a mis hijos no les pegaré, ¿no le parece? Además estoy seguro de que papá no habría hecho lo que hizo si no hubiese estado tan borracho. ¿O usted cree lo contrario? ¿Usted cree que, de todos modos, hubiera matado a mamá esa tarde en que, por seguirme y castigarme a mí, dio finalmente con ustedes dos? No me parece. Fíjese que a usted no le hizo nada. Solo más tarde, cuando tomó más grapa que de costumbre, fue que arremetió contra mamá. Yo pienso que, en otras condiciones, él habría comprendido que mamá necesitaba cariño, necesitaba simpatía, y que él en cambio solo le había dado golpes. Porque mamá era buena. Usted debe saberlo tan bien como yo. Por eso, hace un rato, cuando usted se me acercó y me invitó a tomar un capuchino con tostadas, aquí en el mismo café donde se citaba con ella, yo sentí que tenía que contarle todo esto. A lo mejor usted no lo sabía, o solo sabía una parte, porque mamá era muy callada y sobre todo no le gustaba hablar de sí misma. Ahora estoy seguro de que hice bien. Porque usted está llorando, y, ya que mamá está muerta, eso es algo así como un premio para ella, que no lloraba nunca.

Mario Benedetti