viernes, 8 de febrero de 2013

Recuerdos

...el olor a café que abarcaba toda la casa y llevárselo al abuelo a la cama, con un poquito de leche condensada en una tacita blanca y abrazarlo muy fuerte mientras se lo bebía.
...el trayecto de casa a la guardería con él de la mano.
...la cuna de mimbre que me regaló la vecina y las horas que pasé jugando con ella a ser mamá.
...los baños con la manguera en el patio.
...el pollito rosa que me regalaste y que luego, cuando murió, procuraras hacerme sonreír diciéndome que estaba en el cielo de los pollitos rosas.
...el día que murió mi tío y no pude ir de excursión con el colegio y me dijiste que se había cancelado porque el rey estaba de visita en Sevilla y no se podía ir.
...los paseos en el carrito, visitando a todas tus amigas del poblado, las cuales solo me pellizcaban los cachetes y me decían que era preciosa.
...el miedo que le tenía a los conejos del cobertizo, y lo que lloré cuando morían.
...las comidas familiares donde te sentías querida, rodeada de todos.
...las horas que nos llevábamos las dos en el ambulatorio porque siempre estaba resfriada.
...lo que llorabas escondida en la habitación cuando echabas de menos a tus hijos. Yo te escuchaba, te buscaba y te abrazaba con todas mis fuerzas.
...las tardes que pasábamos pintándonos y haciéndonos fotos con todos los trajes de fiesta que había en los armarios.
...lo preciosa que ibas vestida de mantilla.
...cuando te enfadabas conmigo y me amenazabas con llamar a mi madre para que me llevase con ella.
...cómo lucías tus vestidos nuevos, que aún siguen en tu cuarto, ese que aún huele a ti.
...el día de mi comunión, en el que el abuelo estaba en la cama recién operado y no pudo ir, y tu no querías quedarte en el convite por querer estar a su lado.
...los tacones que me pusiste escondidos para que pudiese entrar en el hospital cuando nació mi hermano.
...las risas, los llantos.
...cuando te mudaste de piso y tuvimos que subir al abuelo en la cama.
...la manera que tenías de consolarme porque, sin decirte nada, sabías que algo iba mal y me hacías sentir especial siempre.
...las últimas palabras que me dijiste como si hubiesen sido dichas hace dos horas, cogiéndome de la mano muy fuerte y llorando. Sabías que era yo. Aún te acordabas de mí. 
Eras única. Eras mi madre.
Entro en casa y todo me recuerda a ti. Voy corriendo a la habitación con la esperanza de encontrarte durmiendo en la cama, pero no estás. Veo tu cama, tu silla de ruedas, tu butaca, tu ropa, tus zapatos, tus fotos...Y TE HUELO. Me tiendo en la cama acurrucada como si estuvieses a mi lado y me entra frío, pero me siento protegida. 
Te echo de menos, princesa. Pero sé que estás conmigo, por eso todas las noches seguimos conversando y rezando los cuatro angelitos antes de dormir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario