viernes, 15 de marzo de 2013

La mujer que llegaba a las seis

-¿Es verdad que me quieres, Pepillo?
-Es verdad -dijo José, en seco, sin mirarla.
-¿A pesar de lo que te dije? -dijo la mujer.
-¿Qué me dijiste? -dijo José, todavía sin inflexiones en la voz, todavía sin mirarla.
-Lo del millón de pesos -dijo la mujer.
-Ya lo había olvidado -dijo José.
-Entonces ¿me quieres? -dijo la mujer.
-Sí -dijo José.
Hubo una pausa. José siguió moviéndose con la cara vuelta hacia los armarios, todavía sin mirar a la mujer. Ella expulsó una nueva bocanada de humo, apoyó el busto contra el mostrador, y luego, con cautela y picardía, mordiéndose la lengua antes de decirlo, como si hablara en puntillas:
-¿Aunque no me acueste contigo? -dijo.
Y solo entonces José volvió a mirarla.
-Te quiero tanto que no me acostaría contigo -dijo. Luego caminó hacia donde ella estaba. Se quedó mirándola de frente, los poderosos brazos apoyados en el mostrador, delante de ella, mirándola a los ojos. Dijo:
-Te quiero tanto que todas las tardes mataría al hombre que se va contigo.


Gabriel García Márquez

1 comentario:

  1. Por amor se hacen locuras...lo malo es que a veces la otra parte sabe que vas detrás y que harás cualquier cosa y le sirve para aprovecharse de la situación y mantenerte siempre en el anzuelo.

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